La amapola roja y el cielo azul
se contemplan en el día
como dos enamorados.
La una lo mira fijamente,
el otro inalterable, quieto,
se permite saludar con nubes
que envían su maná y riegan,
con éxtasis, su espacio de vida,
ella seguirá floreciendo con ese regalo.
Este amor imposible, bello de por vida,
es platónico y divino; reconocen
que por mucho que se miren y amen,
sólo desde el corazón cósmico infinito
sabrán de continuo lo que sienten.
Agradecen a Dios el haberlos creado,
sus amores siempre serán eternos.
María Teresa Rodríguez Cabrera
Generación Parnaso del siglo XXI
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