Imagina que es por la mañana temprano, con el alba,
junto a tu cama, en la que aún te encuentras,
aparece un ángel luminoso, trae una misión.
Crees que sueñas, pero estás muy despierta,
Incluso, ante la visión, te has sentado de la impresión.

Restriegas tus ojos por si todavía duermes,
pero más allá de toda duda, estas alerta.
Se trata de un ángel cordial y sonriente, da paz.
Buenos días, me dice. Hola, le contesto yo.
Vengo a verte, a notificarte el hecho más
significativo y transcendente de tu vida.

Mi pensamiento vuela: ¿Qué querrá de mí?
¿Será mi ángel guardián? ¿Un enviado?
Me calmo y con resignación le invito
a que me cuente sobre su mensaje.

Hoy es un día importante para ti.
Vengo a anunciarte que vas a vivir
el último día de tu vida.
Esta noche al acostarte, yo mismo
vendré a recogerte, mañana
ya no amanecerá para ti. Te habrás ido.

Por si mis palabras no han sido explícitas,
ahora te lo digo con rotunda voz:
esta próxima noche, mientras duermes,
vas a morir. Será sin enterarte.
Plácidamente. Dejarás de respirar.
Yo, de la mano, te transportaré a otro lugar
donde sólo reinan la paz y la comprensión
bañadas por el glorioso amor de Dios.

Di un bote en la cama y grité: ¿Qué…?
¿Me voy a morir esta misma noche?
Pero si todavía soy joven y tengo
muchas cosas pendientes por hacer.
Esto debe ser una alucinación.

El ángel se acercó, y con suavidad
me acarició el rostro de tal forma que
una fuerte vibración amorosa
se apoderó de todo mi ser.
¡Sí! ¡En realidad eres un ángel!

Voy a describir el proyecto especial que
es mi deber proponerte, así los pasos
próximos que modificarán tu destino,
seguirán el orden celestial previsto.
Te pongo al corriente de las condiciones.

A nadie puedes relatar, ni siquiera insinuar
que hoy es tu último día en la Tierra.
Si faltaras a esta promesa, morirías
en ese preciso instante al romper el pacto.

Aunque tus actos han de ser normales,
tu actitud logrará ser diferente.
El perdón a un familiar lo puedes dar;
el apoyo a un amigo, lo mantendrás,
igual que la comunicación con seres queridos.

Hay quien elige locuras y extravagancias,
para su últimos momentos de vida,
en cumplimiento de sus extrañas
y burdas ilusiones terrenales.

Las infinitas posibilidades están en juego.
Recuerda que quién se va a marchar
eres tú misma, y ¿estás en paz contigo?
¿Te has perdonado por lo acontecido en el pasado?
¿Le hablas a quien te ofendió?
¿Eres amiga de tus enemigos?
¿Cuántas veces has abrazado a tu niña interior?

Todavía no salgo del asombro, me digo.
Estoy sana, ángel, ¿de verdad moriré hoy?
Sabes que la salud en estos casos no importa.
El espíritu está preparado y a la sazón
el cuerpo le obedece y se detiene.
Se apaga igual que la claridad en una puesta de sol
ante nuestros ojos, que deja patente
la oscuridad de la noche naciente.

Al completar el viaje final
y encontrarte en un lugar diferente,
otro sol despuntará e iluminará tu ser
y no se apagará para ti como el actual.
Esa luz perpetua te ayudará a conocer
qué hiciste con tu presente vida
y por supuesto, qué te quedó por forjar.

Este es el asunto hermana.
¿Has comprendido el proceso?,
¿tienes alguna pregunta más?
Preciso marcharme a otro dormitorio,
a efectuar la misma experiencia, hablar
a otra persona de su cercana transcendencia.
¡Nos volveremos a ver en tus sueños!
¡Disfruta de tu último día en la Tierra!

El ángel, igual que llegó se marchó
dejando una estela de puntos luminosos.
Los contemplé atónita sin reaccionar.
¿Qué acababa de pasar? ¿Lo creía?
¿Y si no fuera verdad?, pero ¿y si lo era?
Cerré los ojos todavía recostada en la cama,
y mi mente, cual peonza, comenzó a girar.

Multitud de imágenes desfilaron con rapidez,
la memoria trasladó los recuerdos aquí,
los observé uno a uno, desde
la gestación en el vientre de mi mamá
hasta este evento exclusivo y concreto.

¡Cuánto he vivido!, mucho más de lo que creía.
Los hechos ocurrieron de diversas formas,
unas veces lo hice bien y otras regular.
¿Puedo rectificar para equilibrarlos?
¿Pedir perdón? ¿Llorar? ¿Olvidar el rencor?

Con armonía, una oleada de amor
cósmico y profundo me embargó,
emergió con tranquilidad de mi pecho.
¡Ya lo sé! ¡Todo fue correcto en su momento!
Por ello solo es factible hacer una cosa ahora:
¡impregnar mi biografía con esa ternura
que todo lo puede y que, al colocarla
en el otro platillo de la balanza,
equilibre esas acciones del pasado!

En relajación y meditación, trataré
de recuperar la fraternidad con las personas
que yo herí o me dañaron a mí.
No es necesario nombrarlas,
el universo conoce los destinatarios
y sabe a la perfección donde enviar la energía.

¿Qué más puedo hacer en mi último día de vida?
Claro, seguir la rutina del mundo en donde vivo,
acudir al trabajo, ver a los amigos…,
compartir con la familia y desenvolverme
igual que siempre, con normalidad.
Porque me ha dicho el ángel que todo
debe parecer similar, como ayer o
cualquier otro día de mi existencia.

A pesar de ello, el corazón duele mucho.
No volveré a convivir con mis seres queridos.
Ellos se quedarán muy tristes,
llorarán mi abandono repentino,
incluso le echarán las culpas a Dios de mi marcha.
Esa responsabilidad no la deseo sobre sus cabezas,
Porque, en verdad, Él no es culpable de nada.

Amigo ángel, ¿podría escribir una carta?
La escondería en un viejo libro o un cajón,
en ella les hablaría de lo mucho que les amo;
que si en algún momento sucediera eso
que no nombramos, morirme, querría
que me recordaran con alegría
festejando mi marcha a la otra orilla.

Mis objetos personales y ropa,
ya no los necesitaré,
así que podéis hacer con ello lo que gustéis.
Hay muchas personas necesitadas.
No lloréis mi ausencia. Yo creo en el más allá,
donde reside el espíritu,
en la vida después de la muerte.
Desde allí, velaré por vosotros,
pero por favor, no me añoréis, ya que
la tristeza me ataría a la Tierra y no lo deseo.

La carta, amado ángel, no tendría fecha,
ignorarían cuando fue escrita.
Quizás eso les ayude en nuestra separación
y les haga comprender que la muerte
es sólo el paso de una consciencia
atrapada en un cuerpo físico,
a otra liberada en el espíritu.

Ángel anunciador, te doy las gracias
por este aviso celestial
que sé que viene de las alturas,
del mismo Padre Divino
de quien eres un ilustre embajador.

Va a ser el día más hermoso y largo
de toda mi existencia consciente.
La sonrisa, el gozo y el amor,
van a danzar a mí alrededor;
sin que nadie sospeche lo que se aproxima,
disfrutaré de este secreto no compartido.

Cuando esta noche vuelva al lecho,
dispuesta a realizar el traslado,
daré al vehículo sutil terrestre
el permiso apropiado para que
abandone el cuerpo arrebujado,
dormido eternamente en la materia
con el sueño divino de mis recuerdos
después de que haya salido la esencia.
Lo haré con tanto sosiego e indolencia
que mi Ser de luz se mecerá al viento.

A la hora convenida, mientras dormía,
el ángel me ha despertado en el astral.
¡Es el momento, amiga, nos vamos!
Comenzamos el vuelo al emprender el viaje.
¿Observas abajo tu cuerpo vacío?
Ha terminado su trayecto terrenal.

Es posible que creas que esta historia
no va contigo, amado lector,
sin embargo, la reflexión sobre
qué harías si hoy fuera el último
día en tu vida es universal.
Todos los humanos deberíamos experimentarla
por lo menos una vez,
cambiaría totalmente la forma de existir.

¿Y si hoy fuera el último día de tu vida?

María Teresa Rodríguez Cabrera