Soy diferente, me digo en la infancia,
al hablar, mi voz se tropieza,
las palabras no acaban de salir
tardan demasiado repitiendo vocablos.
¡Ah! ¡Soy tartamuda!
Vivo y hablo así por tiempo indefinido.
Pasan los años. Ahora los 68 cumplidos.
Me encuentro feliz al expresar
que he superado este problema antiguo
de la tartamudez en mi vida.
Y recuerda que en aquella época
no existían los logopedas:
la salvación de la disfemia hoy.
Con los años, mi dificultad del habla
fue perdiendo importancia, atreviéndome,
mostrando mi persona y voz tal como son.
En el presente hablo en público,
doy talleres, seminarios y conferencias,
y con orgullo te cuento que soy rapsoda.
He conseguido que mi voz suene normal.
Sí, me engancho algunas veces, claro, pero…
¿A quién no le sucede eso de vez en cuando?
Ahora ya no soy diferente.
María Teresa Rodríguez Cabrera
22 – 10 – 2019
Día Mundial de la Tartamudez
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