Por las azules aguas de Alicante
palpita el Mediterráneo vivo,
se mueve su horizonte espejo
trayendo la blanca espuma,
en la orilla, con ceremonia,
se enamora de la tímida arena.
Se reúnen, celebran una fiesta,
acuden al evento muchos invitados:
las esbeltas algas decoran el lugar,
los escurridizos cangrejos danzan,
los pececillos se acercan volando,
las caracolas cantan, ellas atesoran
el sonido acústico del oleaje
que el mar provoca en su murmullo.
Con traje de tules y puntillas, el mar,
y con figuras cinceladas, la mojada arena,
se celebra su ceremonia de casación
con los invitados especiales
compañeros de habitáculo y viaje.
Los ríos Segura y Vinalopó
les regalan sus dulces aguas,
y el lindo Mediterráneo, agradecido,
los elige a ambos como padrinos,
testigos de sus saladas palabras
en los esponsales marineros,
al emitir, sus olas, el “sí quiero”.
María Teresa Rodríguez Cabrera
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