El amor es el camino terrestre hacia el otro lado, el sagrado, el verdadero. Sin amor, apenas somos nada, solo un cuerpo denso experimentando situaciones poco claras y sin sentimientos puros.

Existe un punto de inflexión a lo largo de las múltiples vidas, entonces, se abre un pequeño espacio en nuestra coraza existente durante ese tiempo para protegernos. Y cuando el rayo de luz la penetra por primera vez: ¡Oh!

Es como si un terremoto mueve los cimientos durante tanto tiempo construidos, y observamos que esa casa es demasiado oscura, triste, violenta, con emociones…, y comienza a agitarse. En este proceso permite ya que algo de luz la inunde.

Ante esta experiencia reciente, las neuronas comienzan un nuevo baile. Danzan para reorganizarse y crear diferentes paradigmas en la mente de quién acaba de vivir el derrumbe de su casa interior.

Las cualidades positivas como tolerancia, delicadeza, amabilidad, sinceridad y otras, ya asoman por el horizonte acompañando a cada rayo de esa luz incipiente que, pausadamente, para no deslumbrar, se va acercando.

A partir de aquí, la vida se ve con otros matices. Hay algo de esperanza. La creencia en la vida después de la vida, se presenta. Las intenciones de las acciones son menos egoístas y más altruistas. Se aprende a regalar la sonrisa a las personas del entorno.

Al sentir que hay algo más, o que puede haberlo, la idea de un Creador Supremo aparece en la mente. ¿De verdad existe el Dios del que no he escuchado hablar durante tanto tiempo? ¿Por qué antes nadie me habló de Él, de su existencia?

Puede ser por varias razones. En primer lugar, las personas, el círculo en el que te relacionabas con anterioridad, nunca había oído hablar de Dios, y si alguien les habló, despreciaban esta idea basada en las injusticias que según ellos existen en la Tierra. Otro motivo es que si alguien te hubiera hablado de Dios, de su bondad y amor, no le hubieras creído en esta situación de oscuridad previa a la luz. Por otro lado, hay tantas ideas diferentes de Dios que parece que hablamos de seres diferentes, aun siendo Uno solo.

Pero a todos los humanos nos llega ese día tan especial en el cual el primer rayo de luz celestial traspasa el escudo protector llegando directo al corazón, y de repente, algo cambia. Un pensamiento diferente alcanza la mente. Soltamos un suspiro y la voz interior pregunta: ¿será cierto que hay vida después de la vida? ¿Hay un Dios que permite que vivamos en libertad? ¿Queda algo de mí cuando mi cuerpo se muere y deja de respirar?

Vemos que vida tras vida, a través de las generaciones anteriores a nosotros, de nuestros antepasados, estas y otras preguntas van obteniendo respuestas que antes jamás se hubieran percibido. Eso es porque el amor ha comenzado a formar parte de las acciones de cada día.

Y de pronto, un día, en un momento concreto, ¡zas! ¡Todo da un gran giro! Algo en el interior se manifiesta. Sin darnos cuenta, hemos ido poniendo los cimientos de la nueva casa-templo con sus cualidades positivas. Construimos el salón y todas las habitaciones, pero con grandes ventanales. Cuando los abrimos, la luz del espíritu penetra por todos los rincones. Nuestro corazón se ha reconocido como un ser espiritual con cuerpo denso, viviendo experiencias de vida para evolucionar en consciencia.

La alegría del espíritu es más intensa que la de la mente consciente. Pero aun así, el cuerpo vibra cuando experimenta la energía de Dios en forma de amor y compasión. Algo, verdaderamente, ha ocurrido en la vida del protagonista de esta historia.

Modifica sus costumbres; es todo altruismo; la humildad se nota en su presencia; cree en la vida del alma nacimiento tras nacimiento; ayuda a los humanos cuando puede; se conecta con Dios y vive en permanente gozo; decide en cada momento actuar de acuerdo a las leyes divinas… En resumen, el amor es el rey de su vida y su objetivo prioritario alcanzar, por méritos propios, el punto de ascensión e iluminación completas.

Este es un proceso personal e intransferible, y al mismos tiempo, planetario y universal. Cada ser humano lo ha de vivir. Desde la primera vida, burda, egoísta, grosera y de ignorancia, hasta la última llena de luz, amor, devoción, compasión y gozo.

¿Dónde se encuentra cada uno? Es un camino individual, así que hay que interiorizarse y conectar con el ser superior y reconocerse con exactitud en el tiempo presente.

Las cualidades activadas del alma, iluminarán tus chakras, y el canal central llegará por encima de la cabeza hacia las dimensiones más elevadas de luz y consciencia, donde nos espera la vida superior sin retorno.

El gozo que los maestros nos contaron que han experimentado, será un sentimiento poderoso que llenará el corazón.

No se puede expresar con palabras algo tan hermosos como el viaje del alma a la luz, a Dios. El amor es la senda que nos conduce a Él. El gozo la energía que nos empuja. La consciencia el motor puesto en marcha y perfeccionado.

Pero hay algo muy sencillo de lograr. Si meditamos en ello, podremos percibir pinceladas de todo lo que se acaba de relatar. Así, al retornar, al nacer aquí de nuevo, reconoceremos que el otro lado existe y vivir allí es permanecer en la plenitud.

Nos vemos en el gozo, la luz y al amor de Dios, junto con los seres alados.

María Teresa Rodríguez Cabrera
Escrito el 27 – 7 – 2014