Miguel Hernández pastor y poeta,
cabrero fuiste tú y Cabrera soy yo,
dos palabras en busca de la polisemia;
la tuya rubrica un respetable oficio,
la mía es emblema de mi apellido materno.
Tú has logrado ser un renombrado poeta,
yo me considero aprendiz de poetisa.

Situaciones te ayudaron a dejar el rebaño,
a cambiar los cuadrúpedos por el pupitre,
la vara de pastorear por la pluma,
y el silencio de la naturaleza
por la voz de tus bellos versos.

Nuestros mundos, muy diferentes.
Tú, un hombre de principios del siglo XX
que firmaste tu magnífica obra poética
algunos años antes de mi nacimiento.
Yo, una mujer que escribo en el siglo XXI.
Salvando distancia y época,
tu musa te inspiró poemas de la vida,
la mía sobre sentimientos y consciencia.
Tú escribiste elegías desde la juventud,
yo he iniciado hace poco, en la madurez.

En los círculos literarios no fuiste comprendido.
No te resultó fácil seguir con fe adelante,
tuviste que soslayar demasiados obstáculos.
Solo de tus fieles amigos recibiste apoyo.
A mí, de momento, pocos me conocen.

Tus estrofas escritas con métrica y pura rima;
las mías buscando y hallando la libertad
se han saltado reglas ancestrales fijas
meciéndose sus versos emancipados.

Tú, oriundo de la ciudad de Orihuela,
mis raíces paternas son de Almoradí,
ambas en la Vega Baja del río Segura
junto a los limoneros que riegan sus aguas.

Tú ya has conseguido fama mundial, gran poeta.
Tengo el deseo y el sueño de que algún día,
tú y yo, Miguel, juntos, seamos poetizados.

María Teresa Rodríguez Cabrera
Escrita el 18 de enero de 2017