Me siento ante el espejo y penetro en el sinfín de mi imagen, lo único que veo delante de mí, en su interior. Sin embargo en la penumbra de la habitación el dibujo va cambiando y ya no soy yo sola la que se encuentra en el fondo mirándome a mí misma.
Me difumino y aparecen imágenes del pasado. Me veo en una canoa india, allá en los tiempos en los que los indígenas americanos todavía vivían libres y en sus tipis. Un fuego con muchos troncos encendidos ardía en el centro en una noche sin luna en la que los lobos aullaban cercanos y se mantenía la tranquilidad de ahuyentarlos con ese fuego tan potente y abrasador.
Muchas personas comían alrededor, adultos y niños, mujeres y hombres, todos juntos hablaban y comentaban las hazañas y la caza del día. ¿Podía ser yo que me contemplo en el siglo XXI, alguna de esas personas de ese tiempo pasado? ¿Para qué son las imágenes que me trae el espejo?, me pregunto mientras ensimismada las contemplo.
Me busco, quiero saber o pensar o decidir o tan solo imaginar, quien era yo en aquella noche ante el fuego. ¿Podía ser el jefe de la tribu india? ¿Y si tan solo soy un habitante normal de ese lugar? ¿Podría ser el chamán? Sí, eso es, soy el chamán, puestos a soñar, ¿por qué no tener el rango más alto de la tribu?
¿Cuál es mi responsabilidad como chamán? Mucha, porque soy el que se conecta con los dioses, con el gran espíritu y recibe los mensajes para que la tribu funcione bien y tenga los menos problemas posibles.
De pronto, algo sucede, el chamán se da cuenta de mi presencia, ve la ventana del tiempo, se acerca y me mira a través del espacio, me ve, no me reconoce y quiere tocarme. Alarga la mano pero tan solo toca el aire que le rodea y da un salto al mismo tiempo que suelta un grito que hace que todos se callen y lo miren.
Me confunde con un espíritu y se inclina ante la imagen que ve. No entiendo las palabras que dice, pero sé que me está venerando y pidiendo consejo por considerar que soy “un gran espíritu”. Sólo él puede verme, no sabe quién soy, mas yo me reconozco y sé que soy yo en épocas pasadas en las que la vida pendía de los detalles mínimos…
Suena un teléfono cercano y llena de niebla la imagen del espejo. Todo desaparece. El presente llega de nuevo, pero nunca olvidaré el gesto del chamán con sus plumas maravillosas y coloridas y la forma en que me miraba, ¿intuía que se había visto a sí mismo muchos años después?
Ahí queda mi historia ante el espejo reuniéndome con uno de mis yos del pasado. ¿Volveremos a encontrarnos? Todos tenemos espejos en casa, así que seguro que la vida nos reunirá de nuevo a través de alguno de ellos. Amigo chamán, querido yo, nos vemos pronto aunque ya sé que tú eres yo y yo soy tú, entonces estamos fundidos en lo que somos ayer, hoy y siempre.
Alicante 4 – 12 – 2023
María Teresa Rodríguez Cabrera
Poeta Generacional
Literata Consejera
Generación del 23 Parnaso Siglo XXI
Precioso, María Teresa! Mirar a través del espejo del espacio tiempo de donde somos y siempre seremos. Un abrazo
Gracias, el espejo siempre es el túnel que conecta con el más allá esté en donde esté, ya sea pasado, presente e incluso futuro. Un abrazo. María Teresa Rodríguez.
Precioso, María Teresa! Mirar a través del espejo del espacio tiempo, la infinita existencia de donde somos y siempre seremos. Un abrazo
Gracias querida Paz, sí, creo que la existencia es infinita sin principio ni final y vamos viajando con diferentes formas a través del espacio-tiempo y del cosmos que nos rodea y envuelve. Un abrazo. María Teresa Rodríguez
Muy bellas palabras llenas de poesía, enhorabuena.