Cuando tu crema facial quiere hablar contigo
se transforma en un rostro parlante.
Al abrir el bote cristalino que la cobija
unos ojos negros te miran fijamente,
una boca saca la lengua para hablar contigo,
y una naricilla olisquea tu dedo invasor
que penetra sin piedad su territorio privado.
Mi dedo se frena en seco al ver el rostro,
¿Qué querrá decirme la crema hidratante?
Sé que es una muy buena amiga
a la que hago cosquillas al tocarla.
Buenos días, le digo, hoy con más motivo
porque me has mostrado tu rostro
guardado tras las montañas blancas
que brillan como las nubes de algodón
ante el iluminante sol mañanero.
Voy a escuchar tus palabras sabias
para mejorar mi rostro y embellecerlo.
Sé que también penetras en mi interior,
en lo profundo y me haces rejuvenecer,
mas ya sabes que los años han pasado
y no soy la misma que conociste ayer.
Lo mejor es que seguimos en contacto,
sigues refrescando e hidratando mi piel,
cada espacio íntimo de mi faz
con el mismo mimo y cariño
con el que cada día nos saludamos.
Yo te acaricio, y luego, tú me acaricias,
todo pasa por mis dedos enamorados.
De esta forma, nuestro amor permanece vivo,
nos esperamos con ansia de amantes
al volvernos a encontrar cada mañana.
María Teresa Rodríguez Cabrera
Generación Parnaso del Siglo XXI.
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