Desciendes ya marchita,
planeas por tu ligereza,
desconoces la ruta y destino;
norte, sur, este y oeste
a tu entera disposición.
Mas de improviso llega él,
invisible y poderoso,
silva enérgico, te avisa
dando órdenes no escritas
y decide, sin que opines,
el lugar en el que te posarás
al amainar y marcharse altivo.

María Teresa Rodríguez Cabrera